Los reportajes de sesiones fotográficas son una forma artística y documental de capturar momentos especiales, ya sea en bodas, cumpleaños, sesiones familiares, retratos profesionales o eventos corporativos. A diferencia de las simples fotos posadas, un reportaje fotográfico busca narrar una historia a través de imágenes, capturando emociones genuinas, detalles espontáneos y la atmósfera del momento.
Durante estas sesiones, el fotógrafo actúa como un observador activo, buscando encuadres naturales, luces favorables y expresiones auténticas que reflejen la personalidad de los protagonistas. Se pueden realizar en estudio o en exteriores, y suelen planearse con antelación para definir el estilo, la locación y los objetivos de la sesión.
El resultado es una colección de imágenes que forman un relato visual coherente, ideal para conservar recuerdos significativos o proyectar una imagen profesional. Además, la edición posterior permite resaltar colores, corregir imperfecciones y dar un acabado más pulido y estético al conjunto.
Los sentimientos que nos atraviesan
«Aurora y el adiós suave: lactancia, mar y luna»
Hay momentos en la vida que son vitales.
Antes, la religión católica los marcaba con claridad: nacimiento, comunión, matrimonio, muerte. Hoy, más allá de las creencias, seguimos transitando pasajes esenciales. Y algunos de ellos, como el que Aurora me pidió retratar, merecen ser guardados.
Aurora me contactó para acompañarla en un momento de despedida: quería cerrar con amor la etapa de lactancia con su hija. Nos encontramos en una playa tranquila de Moncofa. Allí, bajo una luz suave, su historia se desplegó como una ola.
Su hija quiso fotografiar «las tetitas de mamá», como si el juego sellara un pacto de amor. Luego, en el agua, una imagen lo dijo todo: dos manos que se sueltan, una representación luminosa del soltar. No desde el dolor, sino desde la confianza.
La luna salía mientras el sol se escondía. El ciclo se cumplía.
No puedo mostrar fotografías de la niña —por decisión y respeto, ya que Aurora está separada del padre— pero eso, lejos de restar, da valor al gesto. Lo íntimo no necesita mostrarse para existir. Está en la intención, en la mirada, en la escucha de lo que no se dice.
Esta fue una despedida dulce. Un adiós suave. Un umbral.
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