Mis experiencias

«Paloma: una casa construida a mano»

A veces, uno llega sin saber a qué viene.
Paloma me recibió en su casa sin reuniones previas, sin esquemas, sin guión. Solo sabía el lugar y la hora. El resto se reveló con la naturalidad de las cosas verdaderas.

Virginia, amiga común y guía del círculo de mujeres, fue quien regaló la sesión. Me dijo: “pon el foco en ellos”. Así lo hice.

Al llegar, el primero en hablar fue su hijo:
—“Quiero que me hagas una foto con los caracoles.”

Y así comenzó todo. Me enseñaron el terreno, los animales —gallinas, perras, burros, gatos, peces, tortugas— y una casa autónoma, construida por ellos mismos. Ese día hubo un apagón. Nos enteramos porque su hijo no podía jugar online. El resto del día transcurrió con una calma que solo se vive cuando el tiempo deja de correr.

Yo preguntaba con curiosidad infantil. Ellos respondían con la calidez de quien abre su hogar sin prisa.

Cuando les entregué las fotos, Paloma me mandó un audio emocionado: le costaba reconocerse en algunas imágenes, pero le encantaban. Más tarde, en otro encuentro, la vi mostrar con orgullo las fotos de su casa. Sentí que la semilla había germinado.

Acompañé, sí. Pero el regalo fue mutuo.